Este celebre ensayo de psicología social fue desarrolado por el profesor Stanley Milgram, docente en la Universidad de Yale, con el propósito de estudiar el fenómeno de la obediencia. Mediante anuncios en un diario de New Haven, Conneticut, solicitó la presencia de voluntarios para tomar parte en un supuesto estudio sobre la memoria y el aprendizaje. El trabajo se realizó en parejas conformadas por uno de los voluntarios y otra persona que se había puesto de acuerdo con el investigador. La primera tomó el rol de maestro y la segunda, de alumna. El investigador les informó se buscaba indagar los efectos del castigo durante el proceso de aprendizaje.
El maestro enseñaba pares de palabras al alumno y luego, en un examen, le mencionaba el primer elemento de los pares para que el alumno recordara el elemento faltante. Si la respuesta era correcta, la prueba avanzaba normalmente. Pero si era errónea, el maestro podía proporcionarle, como castigo, supuestas descargas eléctricas mediante una serie de electrodos colocados en su cuerpo. Éstas comenzaban con 15 voltios y podían aumentar en 30 niveles hasta alcanzar los 450.
Las descargas eran un simulacro y los alumnos estaban de acuerdo para dar falsas muestras de sufrimiento cuando se les aplicaban. Cuando los maestros afirmaban que preferían suspender la sesión de tortura, el investigador les indicaba que no tenían la opción de hacerlo ya que sólo debían obedecer sus indicaciones. El limite de la prueba era la aplicación de tres descargas seguidas de 450 voltios. El 65 por ciento de los maestros llegó a aplicarlas, a pesar de mostrar diversos grados de molestia o incomodidad.
El experimento de Milgram tuvo gran resonancia mundial. Las dos principales interpretaciones de sus hallazgos fueron la teoría del conformismo (el sujeto normal se somete a las decisiones de otro) y la teoría de la cosificación (en el acto de obediencia, las personas se convierten en meros instrumentos al servicio de otros y pierden la responsabilidad de sus actos). Estas interpretaciones contribuyeron a entender, en parte, el "lado oscuro" de la naturaleza humana en períodos históricos crueles como el nazismo, cuando el pueblo alemán aceptó ciegamente llevar a cabo los actos de muerte y destrucción que les indicaban sus autoridades.
Fuente: Edición impresa Muy Interesante
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